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‘La Pobre mujer no pudo continuar y rompiéd a lorar amarga-
mente. ”
—Aqui—dijo Haukel, cesando en su lectura—, en el cuaderno del
cual he sacado estos apuntes, hay una pagina rota, sin duda destinada
a narrar. las vejaciones de que fueron objeto los dos esposos acusados
de ladrones, a pesar de la declaracién de la mujer, va que esto se
deduce de lo que se lee en la pagina que sigue en el manuscrito:
Dice asi: -
“Estamos ya en Nueva York, libres, querida Mary, pero pobres
como una rata, los miserables no han perdido, pero aun tengo una
esperanza: Georges, sabes, aquel Georges que fué director antes que
el malvado de Frascati, es el principal accionista y quizas tenga com--
pasion de nosotros.
Y yo pobre de mi (esto no lo digo ya—exclamé Haukel—lo dice
Henry, el autor del manuscrito), me encaminé al domicilio del mi-
Honario.
Pero si cruel fué nuestro calvario en la cabafia, peor lo fué en la
ciudad.
Georges, al cual le habian hecho creer: firmemente que nosotros
habiamos sido los autores de los robos, no quiso escucharme.
Envié a mi mujer, que le explicd detalladamente lo ocurrido con
el desconocido la noche de la tormenta.
Georges parecid conmoverse, pero no cedid ni un Apice.
—Mirad, sefior—le dijo Mary—, que el yacimiento es nuestro y
yuestra sociedad nos lo ha arrebatado injustamente.
—Si no fuéseis una mujer, os mandaria arrojar de aqui.
Mary, al oir aquellas palabras, exasperdse y, sin poderse conte-
ner, exclam6é con toda la energia capaz de una mujer vilmente rohada
y calumniada:
—Hacedlo°si os atrevéis, pero tened en cuenta que vos no que-
réis oir la voz de la conciencia y de la raz6n, nos habéis robado nues-
tro yacimiento, si, si, robado, y yo os digo, débil mujer, que un dia
u otro vuestra inicua expoliacién sera castigada.”
—Otra vez—dijo Haukel, cesando de leer—hay paginas rotas en
el original, esta vez muchisimas; estarian dedicadas a narrar las vici-
situdes y trabajos de aquellos dos seres, Henry Clark y su esposa
Mary, y digo esto, porque en la pagina que sigue solo hay el final
por decirlo asi, el adiéds de Henry a su hijo John, final. por cierto
muy curioso e importante, Mister Cartwill; escuchadlo con atencién.
Y Haukel, con voz mas clara, si cabe, que anteriormente, leyé—
lo siguiente:
ti tentmer ts
Woe